Un joven (o no tan joven) se acerca a la consulta, le invito a pasar y después de intercambiar unas palabras para ir rompiendo el hielo, me explica el motivo por el que se encuentra sentado frente a mí.
Lo está pasando fatal porque desde hace un tiempo sus relaciones sexuales son un desastre (dice él). Cuando le pido en qué consiste el «desastre», me cuenta que no «funciona» en la cama porque no es capaz de mantener la erección tal y como desearía. También me cuenta que le pasa desde que ha iniciado una relación con una nueva pareja, de la que está muy enamorado, y que ha decidido venir porque tiene la impresión de que el "problema" empeora a medida que van pasando los días y las semanas y no sabe qué hacer, ni cómo solucionarlo. Está muy preocupado porque cree que si esto sigue así, esta relación está condenada al fracaso inexorablemente.
Después de que me explique algunos detalles más sobre la situación que está viviendo, le pido a ver si esto también le sucede de la misma manera cuando se masturba, estando solo. Tras un instante de vacilación, al joven (o no tan joven) se le arquean las cejas y contesta que no de manera rotunda y contundente, como si fuera la primera vez que se diera cuenta de este hecho.
Entonces le cuento que lo que le pasa no es un problema físico, de sus genitales o de su cuerpo, que no tiene ningún tipo de enfermedad, sino que lo que le sucede es que durante sus relaciones sexuales, o en los instantes previos, experimenta ansiedad y que lo que le pasa tiene que ver más con lo que piensa durante sus relaciones sexuales que con cualquier otra cosa. De alguna manera interpreta esa situación como “peligrosa”, y a partir de ese momento, el ciclo de respuesta sexual ya no se desarrolla de manera fluida.
Cabe decir, que la mayoría de personas, cuando se acercan a la consulta sexológica con una situación similar a la de este joven (o no tan joven), ya saben eso. Lo saben porque han pasado primero por alguna consulta de urología, seguramente buscando una solución rápida y eficaz al "problema", y ahí les han dicho que se encuentran perfectamente, que lo suyo es “de la mente” “o la cabeza”, que mejor que vayan a visitar a algun/a psicólogo/a-sexólogo/a y que tal vez allí lo podrán remediar.
Y es que la causa de la disfunción sexual masculina, que principalmente se manifiesta mediante una falta de erección o una eyaculación excesivamente rápida, muchas veces tiene que ver con un problema de ansiedad, que acaba dificultando el ciclo de respuesta sexual.
Entendemos ansiedad, como excesiva preocupación o miedo a que ocurran determinados hechos (sean o no posibles), pero que aún no han pasado. Tal vez los hechos temidos si que han ocurrido en el pasado y se teme que vuelvan a darse. Por lo tanto, si lo aplicamos a la sexualidad y en concreto a la sexualidad masculina no podemos obviar que venimos de donde venimos, y eso no lo podemos cambiar.
Nuestra sociedad, patriarcal y machista, a lo largo de los siglos, ha ido desarrollando un modelo de sexualidad donde el hombre es quien tiene que cortar el bacalao, quien pincha y corta , lleva la iniciativa, y sobre todo tiene que cumplir. Cumplir y cumplir. Cumplir como toca, que por eso somos hombres. Y no sólo cumplir con "lo nuestro" sino también con la pareja. Como si el encuentro sexual fuera un trabajo más, una obligación y una responsabilidad que hay que sacar adelante. Debemos cumplir como eficientes ejecutivos, porque si no ... ay si no cumplimos con lo que se espera de nosotros, entonces se desencadenan todos los miedos y temores derivados de las creencias que la cultura patriarcal nos impone.
No seremos suficientemente hombres, no seremos dignos, no daremos la talla, no cumpliremos con lo que se espera de nosotros, seremos unos pichaflojas y seremos portadores de una “tara” que hará sentirnos menos hombres que el resto y avergonzarnos de nosotros mismos.
Por todo ello, no es extraño que habiendo aprendido este tipo de imperativos culturales en cuanto al sexo, se genere, entre otros inconvenientes, una ansiedad que dificultará el normal desarrollo de la respuesta sexual humana.
Sobre cuáles son estos miedos o como actuar para afrontarlos podemos hablar otro día.