Tal y como habíamos explicado al final del artículo del mes pasado, continuaremos nombrando las cinco principales temores masculinos asociados a la sexualidad y las relaciones sexuales. La primera, ya comentada, era el miedo a la esterilidad. Así pues, en eat entrada recorreremos de manera breve y concisa el miedo a ser (o parecer) homosexual, el miedo a ser «cornudos» y el miedo a la pérdida de erección. El miedo a eyacular de forma (excesivamente) rápida lo comentaremos en la próxima entrada.
- El miedo a ser (o parecer) homosexual:
A pesar de que este pueda ser uno de los temores en que más se haya avanzado en los últimos 25 años, muchos hombres hoy en día seguimos angustiados por el fantasma de la homosexualidad. A pesar de que el comportamiento políticamente correcto sea el de mostrarnos tolerantes y comprensivos con el fenómeno, es cierto que mostrar abiertamente estas actitudes (especialmente en determinados ambientes masculinos), nos crea tensiones en las relaciones con otros hombres. Sólo hay que fijarse como el contacto físico entre machos continúa creando rigideces corporales, cosa que provoca que a menudo nos saludemos enérgicamente, con un fuerte apretón de manos (los hay que llegan a doler), o nos abrazamos dándonos fuertes y ruidosas palmadas en la espalda.
En las familias, los padres y madres decimos que al ser mayores, nos dará igual que nuestros hijos/as sean homosexuales, pero en la intimidad reconocemos que si pudiéramos elegir, preferiríamos que no lo fueran, por aquello de que no deberían sufrir tanto (¿no se supone que lo hemos superado?). También nos suele llamar la atención, llegando a la preocupación en algunos casos, cuando alguno de nuestros hijos o hijas tiene predilección por los juguetes que no corresponden a su sexo, especialmente los niños que juegan con muñecas o se disfrazan de niña más de lo normal ... .
Ya en el terreno de las prácticas sexuales, tampoco es extraño que un hombre se sienta contrariado preguntándose si el placer sexual que siente, derivado de prácticas sexuales anales, no significa, en el fondo, una homosexualidad encubierta.
- El miedo a ser «cornudos»:
La infidelidad de la pareja es otro viejo temor no superado. Para el hombre "tradicional", las últimas décadas en que se han conseguido varios hitos en cuanto a la liberación y la igualdad de la mujer, no han sido más que un aumento de las posibilidades de poder cobrar más «piezas de caza». Lo decimos así, ya que, en el fondo, muchos hombres seguimos sintiéndonos «cazadores».
Ahora bien, esta mayor accesibilidad sexual con respecto a las mujeres, no es aceptada de la misma manera cuando es la propia pareja la que puede hacer uso de esta disponibilidad. A cambio de la fidelidad conyugal, muchos hombres hemos aceptado (no sin esfuerzos) ser fieles, aunque en muchos casos procuramos aprovechar las oportunidades que puedan aparecer (comidas y cenas de empresa, viajes de negocios, ...) haciendo servir todo tipo de argumentos y excusas. Si la pareja nos descubre, procuraremos sacar hierro al tema mediante razonamientos liberales y progresistas, pero si es a la inversa y somos nosotros los cornudos, entonces nos sentiremos profundamente traicionados y abandonados, hasta llegar a vivir las infidelidades de la pareja como auténticos atentados contra nuestra identidad masculina.
- El miedo a la pérdida de erección o que la erección no sea suficiente:
Ya nos referimos a esta cuestión cuando hablábamos de la ansiedad como principal causa de las disfunciones sexuales masculinas, principalmente de la falta de erección o disfunción eréctil.
Esto puede ser debido a dos cuestiones fundamentales. Por un lado el hecho de tomarnos las relaciones sexuales como una obligación más a cumplir y no como fuente de placer, salud y bienestar (algo que podemos conseguir de múltiples formas), provoca que las posibilidades de que nos falle la erección sean directamente proporcional al grado de creencia que tengamos en esta idea.
Cuanto más me lo crea, más responsabilidad siento, y por tanto más ansiedad sufriré si las cosas no pasan como creo que tienen que pasar.
Por el otro, sería también consecuencia de tener un modelo de sexualidad demasiado centrado en el coito y donde los hombres tenemos que dar la talla, llevar la iniciativa, etc. De este modo, si falla la erección, si falla «la herramienta», todo falla, ya que no sabemos qué hacer ni cómo reaccionar, y en caso de saberlo, no solemos dar el mismo valor a las otras alternativas sexuales cuando la erección no es lo suficientemente buena, por lo que en el fondo, las alternativas sexuales no nos consuelan si no se nos levanta suficiente.
En el fondo valoramos el éxito de la relación sexual en función del rendimiento conseguido, y aquí radica el error principal. La sexualidad no se puede valorar sólo en estos términos.
En el próximo artículo abordaremos el último temor: el miedo a eyacular deprisa.